a palabra incita a la serenidad más inmensa o al desbordamiento más intenso. Puede llegar a convertirse en el mejor de los afrodisíacos. Deja que tú mente bordeé lo mágico. Huye de la rutina más asfixiante tras estos u otros textos cargados de pinceladas de erotismo. En ese crearte, imaginarte y desearte. En ese involucrarte que resulta tan excitante para mí. Déjate seducir por la sensualidad de las palabras, escucha el sutil sonido de sus pasos, en ese susurro mudo. Solo deseo que sucumbas en silencio a ese grito de cada uno de los sentidos. Para ello buscaré palabras, palabras que se irán transformando en mis manos, dedos, labios y lengua. Intentare mientras escribo, que vayas sintiendo el aroma y contacto de mi piel contra la tuya, su presión, su tibieza. Las frases se irán amoldando a ti hasta que sientas cada una de sus letras, su significado. Mí cuerpo desnudo, se ira revistiendo de esos adjetivos que tal vez logren plasmar mí imagen, esa con la que llegaras a imaginarme. Palabras, son solo palabras ya ves… Te iras aproximando a mí. Acercara tus labios a mi rostro, tu respiración azotara mi piel, se acelera mí corazón. Me besaras con tan solo un ligero roce, que seguro lograra alterarme. Subirá la temperatura en nuestro cuerpo. Palabras, simples palabras… Tus brazos me envolverán por un instante, lo justo para hacerme sentir el contacto de tu piel. Tus manos ansiosas escrutaran mis pechos, que provocados se endurecerán. Mis labios se entreabrirán, lascivos, húmedos… creerás escucharme diciéndote, “te deseo”, pero solo son serán mis pensamientos los que callo.... mi ansia ira creciendo. Tú me palparas como lo haría un ciego.... percibiendo mis formas… Palabras que nos muestran, nos incitan al goce y la demencia. Derramándose sobre nuestros sentidos, un abecedario completo salpicado de lujuria, con sus fonemas y sintaxis. En ese encontrarte al encontrarme. Al hurgarnos, recorrernos. Tu seguirás leyendo mí escrito y mientras lo vas haciendo te acaricias profusamente, enajenado. Palabras, palabras cóncavas o planas, calientes. Tu aliento agitado me recorrerá. Tu boca buscara la mía y nuestras lenguas se engarzaran. El deseo de nuevo nos recorrerá, empapándonos de una lujuria extraña. Palabras, palabras y más palabras que destilan vehemencia, pasión. Mientras escribo esto, me preguntó si estaré incitando en ti el deseo que tú estás provocando en mí. Siento que tus dedos se van deslizando por mí pubis, percibiendo la humedad de mis jugos. Esa humedad que al acercar tu rostro, tus labios beberán, entre mis entrecortados gemidos. Palabras , que lubrifican, que prenden fuego. Desplegándome por tu piel, arrastrando por ella mí ondulante y flamígera cabellera, llegaré hasta tu sexo enhiesto, que zozobrara envuelto en una humedad plateada. Acercare mí boca para deleitarme con ese sabor atávico, con el que deseo impregnes mis entrañas. Palabras y más palabras espasmos gramaticales.. Sintiendo que tu respiración marca la pauta de una nueva estrofa que empieza en ella y acaba clavada en mi alma. Sentiré en mis adentros tus espasmos. Tus jadeos retenidos. Cabalgaremos unidos. Nos desbordara ese torbellino de sensaciones, respiraciones agitadas, susurros líquidos y pesados. Tal vez a ti te gustaría poder gritar “voy a correrme” y a mí escucharlo, pero tanto el uno como el otro llegaremos a ese orgasmo callados, reprimiéndonos. Tal vez a ti te gustaría que tu semen lloviera sobre mí o dentro de mí, y a mí poder sentir esa cremosidad tibia humedeciéndome. Palabras, palabras… adjetivos, sustantivos entre los intersticios de las líneas. El sonido sólo volverá en forma de un suspiro. Me habré y te habré impregnado de todo ello, porque aunque son solo palabras, tiene la fuerza y el poder de habernos arrastrado a esta especie de delirio.
josé-chávez-morado-cristo,-la-pasión-de-los-pobres ¿De qué quiere usted la imagen? - Preguntó el imaginero- Tenemos santos de pino, Hay imágenes de yeso. Mire este Cristo yacente, madera de puro cedro. Depende de quién la encarga: una familia, o un templo, o si el único objetivo es ponerla en un museo - Déjeme, pues, que le explique lo que de verdad deseo: Yo necesito una imagen del Jesús el galileo que refleje su fracaso intentando un mundo nuevo, que conmueva las conciencias y cambie los pensamientos. Yo no la quiero encerrada en iglesias ni conventos, ni en casa de una familia para presidir sus rezos. No es para llevarla en andas cargada por costaleros. Yo quiero una imagen viva de un Jesús hombre, sufriendo que ilumine a quien la mire el corazón y el cerebro, que den ganas de bajarlo de su cruz y del tormento, y quien contemple esa imagen no quede mirando un muerto ni que con ojos de artista solo contemple un objeto ante el que exclame admirado: “¡qué torturado más bello!” -Perdóne...
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