Siempre tuve dudas con respecto a la tradición de los Reyes Magos: mi hija, Mohammed, sobrinos, etc... Pero mi padre me había transmitido con tanta pasión la ceremonia de escribir la carta, limpiar los zapatos, colocarlos en la salita, que entonces también era cocina y comedor, y despertarnos temprano el día 6, que , cuando supe cual era la realidad y de donde procedían los regalos, mi padre dejaba de fumar una temporada para ayudar al ahorro, él y mi madre economizaban para que, al menos, una petición de cada uno se cumpliese, no lo superé muy bien. Alrededor de los 12 años, comenzaron a contar conmigo para la complicidad de los preparativos, y mi padre, a quien le gustaba Baltasar porque siempre fue del sur, me llevaba de la mano a buscar el pentotal de la ilusión de los 3 chiquitines. Una vez, a las 10 de la noche del día 5 de enero, se dio cuenta de que faltaban las pilas de la moto pedida por Juan. Y los dos, abrigo y bufanda colocados a toda prisa, salimos en busca de una ferrete
Yo nunca creeré en: El Dios que “sorprenda” al hombre en un pecado de debilidad. El Dios que condene la materia. El Dios que ame el dolor. El Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas. El Dios mago y hechicero. El Dios que se hace temer o no se deja tutear. El Dios que se haga monopolio de una iglesia, de una raza, de una cultura o de una casta. El Dios que juega a condenar. El Dios que «manda» al infierno. El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan. El Dios incapaz de comprender que los niños deben mancharse y son olvidadizos. El Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a ser hombre. El Dios a quien no temen los ricos a cuya puerta yace el hambre y la miseria. El Dios al que adoran los que van a Misa y siguen robando y calumniando. El Dios que no supiese descubrir algo de su bondad, de su esencia, allí donde vibre un amor por equivocado que sea. El Dios que condene la sexualidad. El Dios para quien fuese el mismo pecado complacerse con la vista de unas pier