Puede ser difícil concentrarse cuando Alice Sheppard baila. Alice Sheppard está moviendo la conversación más allá de la pérdida y la adversidad Su reciente carrera con entradas agotadas de DESCENT en New York Live Arts, por ejemplo, ofreció una constelación de estímulos. En el escenario había una gran rampa arquitectónica con una variedad de picos y planos. Había un intrincado diseño de iluminación y proyección. Había una partitura musical que se desarrollaba como un poema épico. También hubo una partitura en vivo: los sonidos de los cuerpos de Sheppard y su compañera bailarina Laurel Lawson interactuando con las superficies debajo de ellos. Y había sillas de ruedas. Pero si cree que las sillas de ruedas son el centro de este trabajo, se está perdiendo algo vital sobre lo que crea Sheppard. “A menudo, para los miembros del público sin discapacidades”, dice, “el trabajo no es real hasta que ven la silla”. Las curiosas solicitudes para saber por qué Sheppard usa una silla de ruedas r
Lo escribí hace años, pero siempre tiene vigencia... Paria, desterrado, perseguido, al paso tortuoso de la mula y envuelto entre las ropas de su madre, llegó a Belén huyendo de la locura y la barbarie. Eso dice la historia y no es nada difícil que haya sido así porque a diario vemos que ocurren estas cosas. Aquel hijo recién nacido del carpintero José, descansó aquella noche en un pesebre de las afueras de la ciudad, en un jergón de paja, entre las miasmas de los bueyes y los burros, como bien podría nacer el hijo de cualquier ocupa de hoy, de cualquier hijo de obrero en paro y ama de casa sacrificada y amante de los suyos. Tal como, cualquier pequeño venido al mundo en alguna comunidad aborigen de América, cuyo pueblo es vendido a terratenientes con ellos dentro y todo. Como todo ser que ve la luz en medio de la metralla y las bombas cazamargaritas, la violencia y el hambre, que es la mayor de todas las violencias y huye, buscando un lugar en la tierra donde sentarse a ver la