Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2019

Palabras

Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas, inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, viven en los libros, en los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan, eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubricadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace. Hay muchas palabras. Hay, también, el silencio. El silencio, es por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundo. El silencio es la ti

La Lentitud

Foto. Lewis Sayre ¿Por qué habrá desaparecido el placer de la lentitud?... Cada nueva posibilidad de la existencia, incluso la menos probable, transforma la existencia entera… Asciende por sus hipérboles como quien sube los peldaños de una escalinata que conduce al cielo… Está levantada… habla calmada, pausadamente, en voz baja, sibilante. Y luego empieza a desnudarse. Es la primera vez que se desnuda delante de él con tal ausencia de pudor, con tan declarada indiferencia… Ese cuerpo que solía entregarse con sencillez y rápidamente, se yergue ante él como estatua griega en un pedestal de cien metros de altura. Está loco de deseo y es un deseo extraño que no se manifiesta sensualmente, sino que llena su cabeza y sólo su cabeza, deseo como fascinación cerebral, idea fija, locura mística, la certeza de que ese cuerpo, y ningún otro, está destinado a colmar su vida, toda su vida. Ella siente con fascinación esa devoción, se le pega a la piel y una oleada de frialdad le sube a l

El precio de su recuerdo

El hombre era viejo y había sido alto. Llevaba una gabardina manchada y una corbata negra anudada con torpeza o descuido. -¿No puede dar más? -insistió. -Créame, le doy más de lo que podré sacar por ella a nada que se me tuerza la suerte -aclaré-. Aunque nadie lo crea, esto intenta ser un negocio. Por su rostro atravesó una nube de tristeza. Colocó las manos a ambos lados de su mercancía y la defendió: -Pero si es una maleta magnífica. De piel. ¿Se ha fijado en los cierres? Primera calidad. -Eso no lo discuto. Sólo pasa que las cosas antiguas valen a condición de que no estén muy usadas, y si lo están, sólo cuando pueden restaurarse. Debió ser una buena maleta, y bonita, también. Pero ahora está demasiado estropeada. De pronto, se rió. -Usted no lo entiende -dijo-. La compré en Southampton, un día de viento. Estaba alegre y gasté en ella el sueldo de tres meses. Ha soportado todo lo que yo he soportado, del Trópico a Groenlandia. No he tenido nada mejor en la vida.