Con el silencio llega la madrugada, majestuosa, incitadora, para iniciar su velada; esparciendo olorosos pensamientos. Lluvia de caricias recordadas caen sobre mi blanca piel deshojada, esa que fue fulgurante porcelana. Manos fantasmas me recorren, perdiéndose en todas aquellos recodos que mi cuerpo guarda. Caricias difusas que despiertan en mí el deseo de que se perpetuarizarán.