Nunca me ha faltado té.
También
soy dulce, recuerdo cuando te escribía con mis uñas corazones en tu espalda
desnuda.
Tú
solo me decías: sigue, que me gusta.
También
soy cariñosa, casi siempre te seguía hasta la puerta de la calle para
despedirte y darte un último beso.
Tú
solo me decías: hoy estas pesadita !.
Reconozco
que también soy orgullosa, recuerdo que no moví un solo músculo de mi cara
cuando supe que no volverías, para que nadie pudiese contarle al oído del aire
mi reacción.
El
aire dijo a los cuatro vientos que tú y yo no teníamos futuro.
Entonces
tuve mono. Tuyo.
Alguien
me dijo que en el desierto te olvidaría. Que allí se bebía té.
En
el Sahara todo me recordó a ti.
La
arena el color de tu piel.
El
aire tus caricias.
El
calor tu boca.
El
destierro... tu cobardía.
Aziza,
la mujer que me ofreció su jaima para descansar, me preparó un té.
Vestía de verde. Recordé tus ojos.
Bebí el primer
té, dijo que era amargo como la vida. Bebí el tercer té, dulce como la muerte.
El segundo me
pasó de largo, y me rozó con su vaho los labios, entonces recuerdo que besé en
el desierto. Me rozó con su aroma la nariz, entonces abrí mi pecho y recuerdo
que suspiré en el desierto. Me rozó el color caldero del liquido los ojos y
entonces recuerdo que lloré en el desierto.
Aziza, la mujer
que me ofreció su jaima para olvidarte, dijo que el segundo té era alegre como
el amor.
Entonces
recuerdo que odié. Te odié en el desierto.
YOLANDA
Comentarios
Publicar un comentario