Más desnuda que nunca,
hoy me has reencontrado.
Arrastrando tras de mí
esa adolescencia perpetua,
en una vehemente madurez
que a veces sin desearlo me arrastra
a caer en una sensación de rendición,
tras cosechar tantas noches eternas
y de recibir ternuras estériles.
Otras veces en cambio,
entre tus cálidos brazos me acuna
en esa especie de elucubración,
que sitúa este mundo boca abajo.
Disponiéndome a entretejer contigo
ésta otra realidad abstracta
repleta de irreprimible exaltación,
esa que dicen, que tan sólo
sufren los eternos adolescentes
al sumergirse en una incontrolable marea,
que sólo puede describirse
por el lenguaje cifrado
de nuestros cuerpos.
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