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Mostrando entradas de abril, 2018

LOS SUEÑOS DE HELENA

Aquella noche hacían cola los sueños, queriendo ser soñados, pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera. Uno de los sueños, desconocido, se recomendaba: -Suéñeme, que le conviene. Suéñeme, que le va a gustar. Hacían la cola unos cuantos sueños nuevos, jamás soñados, pero Helena reconocía al sueño bobo, que siempre volvía, ese pesado, y a otros sueños cómicos o sombríos que eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar. Autor: Eduardo Galeano

El 0 y el 1

Uno no quería contar con nadie, y Uno no entendía por qué era impar si antes de él había alguien.  Uno no quería contar con nadie, y Uno sentía que después de él estaba el infinito.  Y a Uno lo sempiterno le daba miedo, así que Uno, muerto de pavor, se fijó en Cero.  Y cuando Uno vio a Cero, pensó que cero era el número más bonito que había visto y que, aun viniendo antes que él, era entero.  Uno pensó que en Cero había encontrado el amor verdadero, que en Cero había encontrado a su par, así que decidió ser sincero con Cero y decirle que aunque era un cero a la izquierda, sería el cero que le daría valor y sentido a su vida.  Eso de ser el primero ya no le iba, así que debió hacer una gran bienvenida.  Juntos eran pura alegría y se completaban. Uno tenía cero tolerancia al alcohol, pero con Cero se podía tomar una cerveza cero por su aniversario, aunque para eso tuviesen que inventarse una fecha cero en el calendario.  Cero era al...

Breviario de podredumbre

El verdadero saber se reduce a las vigilias en las tinieblas: sólo el conjunto de nuestros insomnios nos distingue de los animales y de nuestros semejantes. ¿Qué idea rica o extraña fue nunca fruto de un durmiente? ¿Es bueno vuestro sueño? ¿Son apacibles vuestros sueños?: engrosáis la turba anónima. El día es hostil a los pensamientos, el sol los obscurece; sólo florecen en plena noche… Conclusión del saber nocturno: quien llega a una conclusión tranquilizadora sobre lo que sea, da pruebas de imbecilidad o de falsa caridad. ¿Quién halló jamás una sola verdad alegre que fuera válida? ¿Quién salvó el honor del intelecto con propósitos diurnos? Afortunado quien puede decir: «Tengo el saber triste».   Emil Cioran