“ Eran las tres de la mañana, la juez Helen Richok y el forense a su cargo acababan de levantar el cadáver de otro indigente. Regresaron al juzgado en el coche oficial. En el rostro de los policías se podía ver signos de tedio mientras veían alejarse el furgón del Instituto Técnico Forense ” e fui perdiendo. Mi conducta fue siendo cada vez más caótica por la continua mezcla de drogas y alcohol. Con el tiempo esa mezcla restaría a mi mente momentos de lucidez. Las grabaciones y giras musicales, no eran las de antes, ni mucho menos. Por lo que un día, tomé la decisión de marcharme, escapando de ese mundo que había conseguido asfixiarme. Mi equipaje, se redujo tan solo una botella de whisky y al saxofón que de niño me regaló mi padre, aun olía a chatarra y alcohol barato. Regresé a esa parte de la ciudad de la que la que salí siendo un adolescente. Tras mucho caminar, mis pasos se detuvieron ante un edificio. Me senté...