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Mostrando entradas de noviembre, 2009

El cuerpo del delito

upe que me engañaba, que algo no marchaba bien. Según él, ya no echaba de menos fumar. Si eso era realmente cierto, qué coño hacía, allí escondido, el paquete de Ducados junto a un montón de colillas envueltas en papel de aluminio . Algo iba mal, sin lugar a dudas. Sentía un palpito que me lo decía. Quizás estoy haciendo una montaña de un grano de arena, pero es que esto pinta bastante mal. Algo terrible debe estar ocurriendole para que rompa su promesa de no volver a fumar. Va a ser mejor que me calme, que deje de sacar las cosas de quicio. La idea de tener que volver a recoger colillas o de tener que airear la casa cada dos por tres me pone … Será mejor que vaya a la cocina a prepararme una infusión de tila, a ver si consigue calmarme y se mitiga mi cabreo. Dios, dios, diossssssss, creo que estoy algo paranoica. Sí, sí lo estoy. Seguro que anda liado con alguna de sus compañeras o tal vez con alguna de sus alumnas, vete tú a saber. Ésa debe ser la causa de que su conci

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a plaza se inunda de sonoridades revestidas de armonía. Los árboles han estallado en mil ramas, sobre las que los gorriones hacen equilibrio. La ropa tendida en las ventanas, baila al compás con las que las lleva el aire caliente. El pueblo y sus gentes se encuentran bajo el hipnotismo de la siesta. Las voces de los niños gritan rompiendo el silencio de la tarde. Los segundos, minutos y horas se pasean por las calles. Los viejos que apenas duermen atraviesan la plaza con pasos arrastrados, sentándose a la sombra. Sólo miran, escuchan y esperan. Sus arrugadas y artríticas manos son utilizadas como visera espantan alguna que otra mosca. Un hombre camina solo, enciende un pitillo tras otro y habla entre dientes, cerrando los ojos para sentir mejor el roce del aire. El tiempo es detenido por el silencio de la gente, como si ya nada quedara por pasar. De repente las plañideras campanas de la iglesia, derraman sobre ese pueblo su triste sonido a muerte. Una pregunta pasa de boca en boc