n do recorre el perfil de tus labios, borde que circunda tu boca, como si la fuera creando, entre trazos de deseo. Si cierro lo ojos podré entrar en ella, convertido en lengua que busca enredarse con tu lengua. Tu saliva por unos instantes será la mía y la mía tuya. Creciendo dentro de mi una agitación ausente y en ti un deseo acallado durante años.
Nuestras lenguas luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando ligeramente la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene.
Despertándose en nosotros ese sentimiento que solía estar adormecido.
Te dibujo por ello todo lo que la esperanza nos ofrece, en ese rostro que trasmite con la ayuda de tus ojos, todo lo que temes decirme.
Te miro y me miras, como si en ese cruce de miradas pudiéramos encontrarnos sin necesidad de nada más.
Una sonrisa se forma en tu rostro. Siento en esa sonrisa una llamada desesperada a la que deseo acudir.
Tiemblas ante esta proximidad en la que nos encontramos. Momento en el que tus manos buscan hundirse en mi cabello, acariciar lentamente su profundidad mientras nos besamos como si temiéramos que tras todo eso, se escondiera un final.
Una fragancia oscura nos envuelve, impregnándonos de esa ambigüedad que nos recorre de deseo y temor. Tú temes que yo pueda..... Yo temo que tal vez tu …., fraguándose en ese encuentro una perenne duda.
Te deseo revestido de ese aroma tan tuya. Te necesito tanto como tu a mi. Este momento esta construido de una locura conspiradora, que no sabemos de que esta hecha, tal vez tan solo de sortilegios atrasados que han estado ahí para nosotros....
josé-chávez-morado-cristo,-la-pasión-de-los-pobres ¿De qué quiere usted la imagen? - Preguntó el imaginero- Tenemos santos de pino, Hay imágenes de yeso. Mire este Cristo yacente, madera de puro cedro. Depende de quién la encarga: una familia, o un templo, o si el único objetivo es ponerla en un museo - Déjeme, pues, que le explique lo que de verdad deseo: Yo necesito una imagen del Jesús el galileo que refleje su fracaso intentando un mundo nuevo, que conmueva las conciencias y cambie los pensamientos. Yo no la quiero encerrada en iglesias ni conventos, ni en casa de una familia para presidir sus rezos. No es para llevarla en andas cargada por costaleros. Yo quiero una imagen viva de un Jesús hombre, sufriendo que ilumine a quien la mire el corazón y el cerebro, que den ganas de bajarlo de su cruz y del tormento, y quien contemple esa imagen no quede mirando un muerto ni que con ojos de artista solo contemple un objeto ante el que exclame admirado: “¡qué torturado más bello!” -Perdóne
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